lunes, 15 de abril de 2013

Naufrago en el desierto.

Entre la luz de las farolas, el aire cálido se deja sentir en la piel. Como siempre, caminando, buscando respuestas, buscando algo. Sin embargo, la  magia de otro lugar se hace sentir en mi mente y la noche adquiere ese cariz cálido y mágico de otro tiempo. Como ayer, los mismo miedos pero.....¿y esa gota de pasión concentrada cuando la nocturnidad es compartida?
Me hace recordar. En el mundo gris donde habito no todo ha sido tan oscuro y aún en la mente visiono fragmentos de un film que ya acabó y donde nunca fuí el protagonista. 
Ahora, atacado por la prisión de la exigente primavera, el Mar vino a mi, lo mire y sus grandes ojos azules me llenaron. Y se que en ellos me dejaría ahogar. Pero, ¿cómo describir el tambaleo y el vértigo que impone la vida? Como la hoja en otoño que es azotada por el viento, me veo agarrándome bien a la nada.
Ahora, quizás repita guión en un remake del drama vivido, aunque me da que hay otro guión "no tan alegre" como el anterior, sin mar, ni arboles, ni nada...¿Título? Naufrago en el desierto.

martes, 9 de abril de 2013

Mochilero en la Mente: la melodía y el puente a Ávalon.

Las notas hilaban hermosos tapices con los que decorar su mente y su existencia. Apuraba su café, mientras cazaba ensoñaciones y las ensoñaciones le acunaban. ¡Era un baile de salón en su habitación!. Un hermoso lento con la propia melodía, con Nocturno. Chopin le regalaba la posibilidad de elevarse a las alturas donde sus pensamientos pedían un baile a la musicalidad.
Caló profundamente el cigarro, levantó la vista hacia la ventana. Al son de un trágico acorde se dió cuenta de que el baile había acabado. Que Soledad le miraba con reproche por haber fluido a aquel plácido lugar sin ella.
Miró alrededor, un último cambio de tempo lo exilió del todo a su existencia, fría como el hielo. Soledad quiso abrazarle....y lo hizo; convirtiendo el frío en escarcha. Haciendo temblar su cuerpo. Con su mirada invisible le quiso decir "no llores"; y con su glacial presencia congeló las lágrimas de aquel desgraciado que había caído de su cielo edificado al infierno tangible y cotidiano que tanto le ahogaba.
La prole musical de Chopin continuaba su narración. ¡No podía ser!. No quería estar allí, quería viajar a aquel lugar donde no había nadie. Donde ni tan siquiera estuviese Soledad para recordarle, que en efecto, no había nadie más...
Cogió un cigarrillo, ya hecho, que escupía blancura espesa. Lo prendió. Con cada calada, la blancura compuso una gran niebla que nubló todo alrededor. Pese a que los ojos le escocían, vislumbró un puente. ¡Era el atajo que tanto ansiaba al baile que orquestaba la prole de Chopin! Con pasos cansados se dirigió hacia el monumento de piedra que conducía a su Ávalon particular. A mitad de camino, en aquel intimo puente, se volvió, escuchando cada vez más potentes las sentidas notas de piano que aliviaban su alma. Sabia que volvería...pero también sabia que ya había cruzado la frontera. Que aunque volviese, parte de él se quedaría en Ávalon. Que ese viaje de escapatoria momentáneo venía con una tara fatal. En efecto, ahora tenía un nuevo refugio y una nueva amante: Locura.